Philip Marlowe es un personaje con un origen poco prestigioso: las revistas baratas de narrativa criminal. La biografía de Marlowe se encuentra dispersa en sus libros. Nació en la ciudad de Chicago y murió en La Jolla, California. Jamás habló de sus padres y después de coquetear con varias mujeres, a veces con riesgo para su vida, terminó por casarse; antes de convertirse en detective privado, trabajó como investigador de una compañía de seguros y otra petrolera, como periodista y ayudante de un fiscal en Los Angeles, un empleo que perdió por mostrarse eficaz "en un sitio en que eficiencia era lo menos que le importaba al que estaba a cargo". Marlowe surgió de otros personajes que protagonizaron relatos anteriores de Chandler y, sobre todo, como decantación de una voz narrativa de extraordinaria eficacia. La narración en primera persona es una de las claves de su fuerza, tanto por el efecto de proximidad que se produce con el lector como porque condensa el programa estético del autor: una situación en la que el misterio se develara por medio de la exposición y la comprensión de un único personaje. En "El confidente" puede encontrarse el abecé del escritor y su personaje. Marlowe es testigo en un juicio por asesinato que involucra a un político ligado con la prostitución y el juego; pese a las pruebas la justicia desiste de la acusación. Una mujer atractiva y peligrosa lo lleva al centro de una telaraña en la que intentan adjudicarle un crimen. El orden podrá ser restablecido, sin que necesariamente intervenga la justicia, "un mecanismo imperfecto"; y es un orden aparente y frágil, permeable al dinero y a los manejos de los poderosos. Chandler elaboró su visión del género a partir de la obra de Dashiell Hammett y dio forma así a una ruptura en el policial. La novela de enigma cedió lugar a un relato en que la historia era más importante que el misterio y donde los personajes hablaban con el lenguaje de la calle. La figura de Marlowe fue central en ese desplazamiento, al mostrar la irrealidad del detective aficionado, el que resolvía los casos en base a la deducción y la lógica. Sin embargo, en literatura no hay progreso, y algunas variantes actuales del policial retornan al antiguo relato de misterio. Con sus crímenes remotos, y sus rompecabezas laboriosamente construidos, novelas como Los hombres que no amaban a las mujeres , de la trilogía Millenium (Stieg Larsson), y Las marismas , del escritor islandés Arnaldur Indridason, vuelven a poner los enigmas en un jarrón veneciano, como decía Chandler para criticar los argumentos de la novela tradicional. El realismo no hizo más verosímil a la novela negra norteamericana. El propio Chandler reconocía que, pese al carácter de sus historias, Marlowe era un personaje de fantasía y que los investigadores de la vida real resultaban más prácticos, y menos interesantes. Era difícil pensar que un detective ayudara a escapar a un prófugo de la justicia, como hace Marlowe en El largo adiós , o que siguiera a un ex presidiario demente en la búsqueda de una mujer, como ocurre en Adiós, muñeca . El sentido del fracaso y la conciencia que impulsan a Marlowe –una conciencia individual que desenmascara aquello que se le pone delante–. Pero son esas actitudes y esos rasgos lo que hicieron convincente al personaje, no su mayor o menor adecuación con algún modelo. La conciencia de Marlowe dispara frases que, tantos años después, siguen interpelando a los lectores: "Tenemos mafias y sindicatos del crimen y asesinos a sueldo porque tenemos políticos corruptos y a sus secuaces en el ayuntamiento y en la asamblea legislativa. El delito no es una enfermedad, es un síntoma", dice el detective en el final de El largo adiós.
Fuente
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario