sábado, 22 de mayo de 2010
La ventana alta
Escrita entre "Adiós, muñeca" y "La dama del lago" , "La ventana alta", publicada por Raymond Chandler en 1942, gira en torno a la desaparición de una moneda valorada en una pequeña fortuna. Sin embargo, como suele ocurrir en los casos encomendados a Philip Marlowe, lo más trivial no tarda en empezar a complicarse, descubriendo un mundo en que el disimulo y el engaño, la violencia y el delito, parecen no ser más que las manifestaciones más naturales de una sociedad regida en último término por pasiones inconfesables y el amor al dinero. En esta novela, el protagonista, un Marlowe menos cínico que en otras ocasiones, y la casi omnipresente contraparte femenina se mantienen como siempre. En cambio, la galería de personajes canallescos es más amplia y la de personajes decadentes se duplica. Chandler tiene debilidad por las mosquitas muertas, por las mujeres apocadas y atrincheradas tras un discreto vestuario y una aparente sumisión de la que acabarán despertando ya sea porque el disfraz ya no les hace falta, ya sea porque la dura actitud de Marlowe, a mitad de camino entre un padre severo y un amante un tanto indiferente, las hace despertar y plantearse la vida de otra manera. En "La ventana alta", la chica es Merle Davis, secretaria de la señora Murdock, una vieja millonaria, obesa y alcoholica, que mantiene tiranizada a la señorita Davis y poco menos a su pusilánime hijo Leslie. La misión de Marlowe será recuperar un valioso doblón de oro robado, según la señora Murdock, por la última y muy casquivana esposa de su hijo. Por supuesto, Marlowe deduce en pocos minutos de chispeante conversación con la señora Murdock que la verdad es otra, y aunque es obligado por ella a seguir esa línea de investigación, todas sus pesquisas no harán más que confirmar su intuición inicial, lo que además implica que el doblón es lo de menos y que la sucesión de asuntos turbios, verdades a medias, mentiras completas, sobornos, chantajes, asesinatos y todo el muestrario de crímenes posible se sucederá hasta el final de la novela. Por supuesto es Chandler en estado puro. Diálogos rápidos que más que diálogos son auténticos duelos verbales de rufianes, malos absolutos, mujeres despampanantes y un Marlowe que sale de todos los líos con una sabia combinación de astucia, habilidad y buena suerte. La prosa magnífica de Chandler envuelve, en lenguaje de seda, una historia de suciedad moral sin ningún mañana en la que Philip Marlowe descubre, entre otras cosas, que la honradez es un asunto anterior a la invención del dinero.
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